infoinfusion 29 septiembre, 2023 | Hace 1 año
El icónico “David” de Miguel Ángel, una majestuosa obra esculpida en mármol, ha estado desafiando incansablemente el paso del tiempo desde su pedestal durante más de cinco siglos.
No obstante, de vez en cuando, se somete a un meticuloso proceso de limpieza y supervisión para garantizar su conservación futura.
La directora de la Galería de la Academia, Cecilie Hollberg, señala la importancia de esta labor en todas las esculturas del museo, destacando la necesidad de eliminar el polvo, desempolvar y mantener una vigilancia constante para evitar sorpresas desagradables.
En una sala inusualmente tranquila, sin la presencia de turistas y bañada por la suave luz matinal que se filtra desde una cúpula de cristal, el “David” amaneció enmarcado por un imponente andamio. Una restauradora, Eleonora Pucci, equipada con brochas y un aspirador a la espalda, se prepara para emprender la laboriosa tarea de retirar meticulosamente el polvo acumulado en los recovecos de esta majestuosa escultura.
La zona más delicada es la cabeza, donde la restauradora examina minuciosamente los rizos del pelo en busca de polvo y hasta pequeñas arañas, así como la cara, los ojos, los labios y el pubis. Esta limpieza se considera esencial para evitar que el polvo, los filamentos transportados por los visitantes o la humedad de la respiración puedan oscurecer este icónico monumento de mármol.
El proceso de limpieza se documenta exhaustivamente con fotografías que forman parte de un detallado “informe clínico” sobre el estado de conservación de la escultura. Cecilie Hollberg destaca la importancia de mantener el museo en óptimas condiciones, ya que un mayor control contribuye a reducir las amenazas que puedan afectar a la escultura.
El “David” de Miguel Ángel, un símbolo eterno de poder y destreza, continúa deslumbrando a los visitantes y rinde homenaje a la genialidad del artista que lo creó cuando tenía solo 26 años, enfrentándose al desafío de esculpir una estatua colosal que corone la catedral de Santa María del Fiore en Florencia, un desafío que otros artistas habían rechazado debido a la enormidad y mala calidad del bloque de mármol seleccionado.
Miguel Ángel aceptó el desafío y comenzó su labor en 1501, creando una representación magistral del rey bíblico David, preparado para la batalla con su honda al hombro, en contraposición a las representaciones previas que mostraban al personaje triunfante sobre Goliat.