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infoinfusion 10 noviembre, 2022 | Hace 3 años

Una es­cue­la 100% ver­de pre­pa­ra a ni­ños sud­afri­ca­nos para los re­tos del fu­tu­ro

El can­tar de los pá­ja­ros se im­po­ne al rui­do de los mo­to­res. En este is­lo­te de na­tu­ra­le­za en la pun­ta aus­tral de Áfri­ca, los ni­ños plan­tan co­les, mez­clan com­pues­to, per­si­guen ra­nas y tre­pan a los ár­bo­les.

Esta idí­li­ca «es­cue­la ver­de», que abrió el año pa­sa­do a me­nos de una hora de Ciu­dad del Cabo, na­ció con la am­bi­ción loca de es­ti­mu­lar la crea­ti­vi­dad y su re­sis­ten­cia ante los desa­fíos de un fu­tu­ro com­pli­ca­do por el ca­len­ta­mien­to glo­bal y otros desa­fíos eco­ló­gi­cos.

Su fun­da­do­ra, Alba Brandt, su ma­ri­do y sus tres hi­jas pa­sa­ron seis me­ses en Bali en 2017 en una es­truc­tu­ra si­mi­lar.

«Lo que te­nía que ser un se­mes­tre de aven­tu­ra en el ex­tran­je­ro cam­bió nues­tras vi­das», ex­pli­ca esta an­ti­gua con­ta­ble de 44 años, con ber­mu­das y su­da­de­ra con ca­pu­cha, ojos azu­les y el pelo re­co­gi­do en un moño.

«Me di cuen­ta que la edu­ca­ción pue­de ir mu­cho más allá que es­tar sen­ta­da tran­qui­la y re­pe­tir lo que está es­cri­to en la pi­za­rra», ex­pli­ca a la AFP.

En este rin­cón pri­vi­le­gia­do de Su­dá­fri­ca, ben­di­to por el tu­ris­mo y con cé­le­bres vi­ñe­dos, los es­co­la­res sue­len ves­tir uni­for­me.

Aquí no hay nada de esto. Cla­ses pe­que­ñas, vein­te alum­nos para dos pro­fe­so­res, edu­ca­ción bi­lin­güe en in­glés y afri­káans, te­mas de­cli­na­dos en dis­tin­tas ma­te­rias…

«To­me­mos la vida en Mar­te, por ejem­plo», ex­pli­ca el di­rec­tor An­drew Wood. «La abor­da­mos en li­te­ra­tu­ra a tra­vés de la cien­cia fic­ción, en as­tro­no­mía, en geo­gra­fía o con la no­ción de la gra­ve­dad en fí­si­ca», de­ta­lla. «Bus­ca­mos dar cohe­ren­cia» a lo que apren­den los ni­ños.

La «es­cue­la ver­de» no bus­ca «car­gar de con­te­ni­dos» el ce­re­bro de los ni­ños, pero acom­pa­ñar­los en «una re­fle­xión» so­bre los desa­fíos del si­glo XXI, dice este pe­da­go­go de 62 años.

Para es­tu­diar las frac­cio­nes usan las cons­truc­cio­nes de Lego o una re­ce­ta de ga­lle­tas.

Autosuficiente

«Es así que en­se­ña­ba en mi an­ti­gua es­cue­la, a es­con­di­das», ex­pli­ca Es­bie Bi­ne­dell, de 40 años, que da cla­ses pre­pa­ra­to­rias.

«Era un poco con­fu­so, pero de­ja­ba a los ni­ños que hi­cie­ran pre­gun­tas has­ta que no te­nían más», aña­de.

Cada se­ma­na pa­san unos 170 alum­nos por este es­pa­cio con las au­las de­co­ra­da con pro­yec­tos de los ni­ños, pa­tios del re­creo con ha­ma­cas, ca­ba­ñas y are­ne­ros y una can­ti­na ve­ge­ta­ria­na don­de no se des­per­di­cia nada.

En el menú de ese me­dio­día hay tres en­sa­la­das, ali­ña­das con una sa­bro­sa al­baha­ca re­co­gi­da en el huer­to de los alum­nos.

En esta an­ti­gua ca­ba­lle­ri­za, «la tie­rra es­ta­ba muer­ta, aplas­ta­da, no cre­cía nada», re­cuer­da Alba Brandt. «Em­pe­za­mos a plan­tar hace dos años y la bio­di­ver­si­dad vol­vió, las ma­ri­po­sas, las abe­jas, los puer­coes­pi­nes».

En es­tos días ca­lu­ro­sos de la pri­ma­ve­ra aus­tral, los ni­ños sa­ben que de­ben evi­tar hur­gar en al­gu­nos ma­to­rra­les don­de sue­len es­con­der­se las ser­pien­tes.

Unos pa­ne­les so­la­res su­mi­nis­tran la elec­tri­ci­dad. La ca­le­fac­ción solo se en­cien­de por de­ba­jo de los 16 gra­dos y la cli­ma­ti­za­ción a par­tir de los 33 ºC.

La es­cue­la quie­re crear una co­mu­ni­dad preo­cu­pa­da por el me­dioam­bien­te.

«Era can­sa­do ser la ma­dre algo ex­cén­tri­ca que re­ci­cla y pre­pa­ra co­mi­da ca­se­ra para sus hi­jos», dice la fun­da­do­ra. «Pue­des ha­cer­lo sola, pero es di­fí­cil y no siem­pre exi­to­so. So­mos más fuer­tes si so­mos va­rios».

El cos­te de la es­co­la­ri­za­ción es caro. El Es­ta­do no fi­nan­cia nada y el sis­te­ma de ayu­das pre­vis­to tar­da­rá tiem­po en po­ner­se en mar­cha.

Ante las pers­pec­ti­vas som­brías de desas­tres eco­ló­gi­cos para el pla­ne­ta, la es­cue­la lo tra­ta de for­ma sua­ve.

«In­tro­du­ci­mos los pro­ble­mas pro­gre­si­va­men­te, en el co­le­gio so­bre todo, para evi­tar una an­sie­dad» pa­ra­li­zan­te, dice Brandt. Y po­nen el acen­to en la ca­pa­ci­dad de re­fle­xio­nar y «la ale­gría de apren­der».

AFP

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