infoinfusion 26 febrero, 2024 | Hace 2 años
El amaranto, un cultivo venerado por las antiguas civilizaciones mesoamericanas, se erige como un superalimento perdurable en el panorama actual.

Hace más de 4.000 años, este grano fue domesticado en América, siendo consumido por los valientes guerreros aztecas para potenciar su fuerza, considerándolo sagrado debido a su resistencia a las sequías.
A pesar de su gloria ancestral, la producción de amaranto experimentó un declive tras la Conquista española entre 1577 y 1890, dado que su consumo ritual no encontró eco entre los conquistadores. No obstante, su resurgimiento contemporáneo revela un renacimiento de interés en esta joya alimenticia.
Además de su espectacular belleza, con vibrantes colores amarillos, violetas y rojos, el amaranto ofrece una amplia gama de beneficios para la salud. Rico en vitaminas A, B, C, B1, B2 y B3, ácido fólico, calcio, hierro y fósforo, este cereal es también una fuente destacada de aminoácidos como la lisina. Su cultivo de bajo impacto ambiental lo posiciona como una alternativa sostenible en tiempos de preocupación por el medio ambiente, ya que puede prosperar en condiciones de sequía y requiere poco agua en comparación con otros cultivos.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) no duda en calificar al amaranto como el “mejor alimento de origen vegetal para el consumo humano” gracias a su incomparable valor nutricional. Su resiliencia histórica y sus notables beneficios nutricionales lo consolidan como un tesoro ancestral que desafía las barreras del tiempo y las culturas.