infoinfusion 21 noviembre, 2023 | Hace 2 años
En la tranquila comunidad de Cuautla, Morelos, persiste un arraigado mito prehispánico: la existencia de los nahuales.
Darío Ortega Carrasco, conocido como “El Duende”, es una figura clave en este relato.

Ataviado con ropas coloridas y un sombrero puntiagudo, Darío se desplaza entre Cuautla y Tepoztlán, ofreciendo sus servicios como curandero local. Aunque él mismo asegura no poseer la habilidad de convertirse en nahual, relata haber presenciado sus formas, desde guajolotes hasta marranos o perros, describiendo un proceso de proyección astral ligado a una transformación física inducida por plantas de poder como el toloache.
El fenómeno no es exclusivo de Cuautla; en Cocoyoc, un pueblo cercano, el rumor de la presencia de nahuales se extendió rápidamente. La comunidad, preocupada, recurrió a rituales como el trazado de cruces de cal para alejar a estos seres. Esta creencia, arraigada desde tiempos ancestrales, se fundamenta en las costumbres aztecas presentes en la región nororiente del estado, según afirma Ortega. Sin embargo, en Tepoztlán, la presencia de chamanes y prácticas ancestrales ha declinado en favor de centros holísticos que combinan sanación espiritual y gastronomía local.
El legado de los nahuales se entrelaza con la mitología mesoamericana. Estos seres, considerados sabios y curanderos, encarnaban la conexión entre la naturaleza y la sociedad, adoptando atributos de animales a través de rituales. Documentos como el Códice Florentino, compilado por Fray Bernardino de Sahagún, ilustran la existencia y el temor asociado a los nahuales, seres capaces de infundir miedo o curar. Aunque hoy su presencia física pueda ser escasa, su legado perdura como parte fundamental de la identidad y las historias de Morelos.